Akra-Leuke
Señor Paco
¿PABLO IGLESIAS O LA NUEVA SALOMÉ?
De nunca me he sentido monárquico, y menos con la actual monarquía impuesta por el dictador, como tampoco me cabe en la idea de que la tengamos como resultado de mayoría de votación popular, ya que en aquellos momentos todo estaba controlado.
Pero al margen de ello, y con la que nos está cayendo en salud y la economía por los suelos, no entiendo la pretendida metamorfosis de Iglesias queriendo convertirse en la nueva Salomé pidiendo la cabeza del nuevo Juan el Bautista, el rey Felipe VI. ¿Es que somos tan simplones que se puede pensar que con la cabeza (figurada) del rey en sus manos se acaban los problemas? Quien piense que con una República, al margen de las malas experiencias en España con ellas, al día siguiente se crean millones de puestos de trabajo, con una remuneración digna; aparecen hospitales bien preparados y con el personal sanitario suficiente; o que la escuela pública merece el crédito de las de los países de nuestro entorno, de bien preparadas y con personal adecuado y suficiente; o que no vamos a ver un ciudadano sentado en un portal pidiendo limosna; o que los ricos paguen los impuestos que le corresponden, la iglesia pagando el IBI y el IVA; los dependientes bien atendidos; las empresas foráneas pagando lo que han de pagar y haciendo cola en la puerta al querer instalarse aquí, o que la corrupción jamás aparecerá en el ámbito político, es un pardillo. Un iluso, un quimérico…
Por lo tanto, no entiendo que admiren a un político, que debe trabajar, porque es su obligación, en que todo cuanto dije pueda llegar, estando de Jefe del Estado un republicano o un monarca, y no lo hace, pues sus ministerios no han hecho nada en ese sentido en este medio año, es no tener el sentido común bien asentado. Que Pablo ansíe ser la Salomé de España, para presentar a los suyos la cabeza del rey en bandeja de plata u oro, no nos obliga a los demás que no nos gusta la teatralidad ni el populismo, a no exigirle que trabaje, desde su vicepresidencia o los ministerios podemitas de Igualdad, Trabajo, Consumo y Universidades, que obligaciones tienen todos si quieren trabajar. Menos tonterías, o, como decía mi abuela, “no tenemos para pan y compramos abanicos”. Muchos aires se da esta gente que no ha dado palo al agua nunca, y no saben lo que vale un peine. Embaucarán a los suyos, los domesticarán para ser alabados, pero los que pagamos impuestos y no caemos en populismo resabiados de izquierda o derecha, queremos resultados: trabajo para todos, viviendas para que los jóvenes se puedan emancipar y crear su propia familia sin hipotecarse de por vida, ningún anciano abandonado, ningún barracón para los niños y ninguno sin escolarizar y con buenos maestros, una sanidad universal y amplia y sin restricciones, y la cabeza del rey (metafóricamente hablando) “cuando toque”. Ahora no es el momento, doña Salomé Iglesias.
De nunca me he sentido monárquico, y menos con la actual monarquía impuesta por el dictador, como tampoco me cabe en la idea de que la tengamos como resultado de mayoría de votación popular, ya que en aquellos momentos todo estaba controlado.
Pero al margen de ello, y con la que nos está cayendo en salud y la economía por los suelos, no entiendo la pretendida metamorfosis de Iglesias queriendo convertirse en la nueva Salomé pidiendo la cabeza del nuevo Juan el Bautista, el rey Felipe VI. ¿Es que somos tan simplones que se puede pensar que con la cabeza (figurada) del rey en sus manos se acaban los problemas? Quien piense que con una República, al margen de las malas experiencias en España con ellas, al día siguiente se crean millones de puestos de trabajo, con una remuneración digna; aparecen hospitales bien preparados y con el personal sanitario suficiente; o que la escuela pública merece el crédito de las de los países de nuestro entorno, de bien preparadas y con personal adecuado y suficiente; o que no vamos a ver un ciudadano sentado en un portal pidiendo limosna; o que los ricos paguen los impuestos que le corresponden, la iglesia pagando el IBI y el IVA; los dependientes bien atendidos; las empresas foráneas pagando lo que han de pagar y haciendo cola en la puerta al querer instalarse aquí, o que la corrupción jamás aparecerá en el ámbito político, es un pardillo. Un iluso, un quimérico…
Por lo tanto, no entiendo que admiren a un político, que debe trabajar, porque es su obligación, en que todo cuanto dije pueda llegar, estando de Jefe del Estado un republicano o un monarca, y no lo hace, pues sus ministerios no han hecho nada en ese sentido en este medio año, es no tener el sentido común bien asentado. Que Pablo ansíe ser la Salomé de España, para presentar a los suyos la cabeza del rey en bandeja de plata u oro, no nos obliga a los demás que no nos gusta la teatralidad ni el populismo, a no exigirle que trabaje, desde su vicepresidencia o los ministerios podemitas de Igualdad, Trabajo, Consumo y Universidades, que obligaciones tienen todos si quieren trabajar. Menos tonterías, o, como decía mi abuela, “no tenemos para pan y compramos abanicos”. Muchos aires se da esta gente que no ha dado palo al agua nunca, y no saben lo que vale un peine. Embaucarán a los suyos, los domesticarán para ser alabados, pero los que pagamos impuestos y no caemos en populismo resabiados de izquierda o derecha, queremos resultados: trabajo para todos, viviendas para que los jóvenes se puedan emancipar y crear su propia familia sin hipotecarse de por vida, ningún anciano abandonado, ningún barracón para los niños y ninguno sin escolarizar y con buenos maestros, una sanidad universal y amplia y sin restricciones, y la cabeza del rey (metafóricamente hablando) “cuando toque”. Ahora no es el momento, doña Salomé Iglesias.